INTRODUCCIÓN
Una vez más la Divina Providencia se encargó que nuestro
querido Juan Pablo II pudiese transmitir al mundo
su recado de esperanza,
nuestro recado de esperanza, el
recado de esperanza
de Dios
sin las limitaciones impuestas en él por las intrigas palaciegas
de El Vaticano.
DETALLES
Esta vez fue por mediación del diario Italiano
La Stampa [Julio 8, 1999,
p.12]. Comentando al respecto del proyecto de vacaciones de Su
Santidad, un documento que posiblemente sea una nueva Encíclica
para el año 2000,
La Stampa
escribe:
La convizione che il Pontefice vuole
esprimere è una esperanza: che il prossimo Millenio vedrà
un rifiorire della fede; contro ogni tentazione millenaristica,
affermerà con forza che questo
non è un mondo vecchio che giunge a esaurimento, ma un mondo
nuovo che ha inizio.
[Traducido al Castellano: La convicción que el Pontífice
quiere expresar es una esperanza: que el próximo Milenio
verá un renacimiento de la fe; contra toda tentación del
pensamiento milenarista, afirmará con fuerza que éste no es un mundo viejo que
llega a su fin, sino un mundo nuevo que comienza.]
Este es precisamente el persistente pregón de miguel de
Portugal, un pregón que tiene
que llegar hasta el rincón más lejano de este mundo y
calmar el desespero engendrado en tantos corazones del mundo por el
continuo vaticinio del Fin del Mundo.
La traducción de las frases destacadas del párrafo que
acabamos de citar es: "
La
convicción del Pontífice... este no es un mundo viejo que
llega a su fin, pero un mundo nuevo que comienza."
Su Santidad también advierte al mundo, por mediación de
dicho artículo,
"...contro
ogni tentazione millenaristica...", es decir,
"...contra la tentación del
pensamiento milenarista..." - el cual es otro gravísimo
error
(1).
Es de una gran importancia que la confirmación de este mensaje
de verdadera
paz y esperanza llegue a todos. Es la mejor vacuna que existe para
proteger al Pueblo de Dios contra toda conspiración
diseñada para causar desesperación
(2). No tememos ser tildados
de paranoicos ya que sería un uso errado del adjetivo: paranoia
es imaginarse una conspiración que no existe...
Los fieles deben de llegar a sus propias conclusiones después de
meditar sobre estas aclaraciones nuestras; cosa que debería
hacerse usando los eventos globales de los últimos 36
meses como trasfondo.
Por ejemplo...
El lector puede pensar: "Está bien; yo creo lo que estáis
diciendo." y seguir su camino sintiéndose alertado y confiado.
No. No es tan fácil. Lo que estamos tratando de infundir no es
el reconocimiento
intelectual
de tal información, sino el reconocimiento de esta realidad
a nivel espiritual.
Permítanos
aclarar.
Como ya hemos ilustrado en ciertos documentos
(3): Para ir desde
"aquí", es decir, desde
Estos
Tiempos,
hasta "allá", es decir, a
los
Nuevos Tiempos, el mundo tiene que atravesar un período
tan doloroso que muchos pensarán que "Sí, efectivamente,
tenían razón, esto es como un infierno, el mundo
está acabándose".
No, no será el infierno, será
como una estancia en el purgatorio.
El mundo está atravesando un período de
purgación que tiene todas las indicaciones de que tendrá
un estruendoso final; cada día que pasa el sufrimiento global
aumentará en progresión geométrica hasta que
llegue a todos, sin excepción.
Cuando atravesemos ese doloroso período será muy
difícil no pensar que el mundo se está acabando a
no ser que uno
tenga bien enraizada en el alma la verdadera esperanza de los Nuevos
Tiempos:
"...un mundo nuevo que
comienza."
EPÍLOGO
Su Santidad Juan Pablo II no puede afirmar abierta y claramente todo
esto, pero miguel de Portugal sí... ¡y tiene que hacerlo!
Precisamente esa es la razón de nuestra existencia. Ahora bien,
solo aquellos a quién Dios les ha concedido tal Gracia
podrá comprender y creer lo que escribimos; los otros, aunque
quisieran, jamás podrán.
Según los estándares del mundo no somos nadie. Ya no
tenemos una
posición en el mundo, ni tenemos una cara o nombre que se puedan
reconocer. Todo esto quedó atrás. Es precisamente de esta
manera que Dios se ha comunicado con, y alertado a, Su Pueblo desde el
principio del Tiempo.
Este principio selectivo de
creer o
no creer no podría ser mejor
expresado y explicado que como, naturalmente, lo hizo Nuestro
Señor
Jesucristo por mediación de S.Juan 5:41-47.