En prosecución de lo que tanto le interesaba, el 8 de enero de 1869 fue Don Bosco a Roma,
pidiendo antes a superiores y alumnos oraciones especiales.
En Florencia le esperaba el Presidente del Ministerio, Monabrea. El Gobierno estaba inquieto
porque los demócratas y republicanos conjuraban seriamente contra la monarquia, y parece que
deseaba de él algún importante servicio. Él, por su parte, aprovechó la ocasión para reavivar
la cuestión de los obispos, truncada tan bruscamente en 1867, y pudo hablar en favor de los
seminaristas, a quienes se quiso someter al servicio militar.
Pero el objeto principal del viaje era la aprobación
definitiva de la Sociedad Salesiana, que dos años antes no había podido obtener. Se oponían los
mismos obstáculos. La Curia romana, a pesar de los buenos deseos de Pio IX. Seguía
poniendo serios reparos a la fundación, a pesar de que contaba ya com varios socios y numerosas
obras; les parecía tan distinta de las Congregaciones traditionales, y no se fijaban en que lo
nuevo que tenia era precisamente lo que justificaba su existencia: lo exigía la índole de estos
tiempos nuevos.
Pio IX le aconsejó que procurara ganarse a alguns
Cardenales determinados; y esto lo hizo María Auxiliadora. Digamos algo más: Se había
pedido a la Curia Diocesana una fórmula que salvase al mismo tiempo la autoridad del Ordinario y
la existencia de la nueva Sociedad; pero la Curia dejó el asunto en suspenso. Varios Obispos y
otras personas muy piadosas y favorables a Don Bosco, habían intentado disuadirlo de representar
la petición, diciéndole que no era posible entonces conseguir la aprobación de las
Constituciones ni de la Sociedad. También le habían escrito de Roma que era inútil su viaje en
aquellos momentos, si era con ese fin.
Pero Don Bosco, como dijo después, pensaba dentro de sí: "Todo se me pone en contra; mas el
corazón me dice que si voy a Roma el Señor, que tiene en su mano el corazón de los hombres, me
ayudará. Así, pues, voy allá!" Y convencido de que la Virgen le ayudaria, empredió
el viaje.
A su llegada le tributaron un recibimiento muy honroso.
Tres carruajes lo esperaban en la estación y, cosa
excepcional, dentro del recinto de la estación.
Uno era del Cardenal Berardi, quien le rogó visitase
cuanto antes a un sobrino suyo gravemente enfermo. Don Bosco prometió que iria; mientras
tanto se dirigió a San Bernardo de las Termas para celebrar y después a casa del caballero Pedro
Marietti, donde se hospedó.
Los dias pasaban y Don Bosco se habia olvidado de
la invitación del Cardenal Berardi, cuando recibió nuevo aviso para que fuese visitar y bendecir
al sobrino enfermo. Era este un niño de cerca de once años, delicia de aquella rica y
noble familia y de otras familias opulentas, heredero de extraordinarias riquezas. El
pobrecito hacía quince dias que luchaba con fiebres tifoideas tan malignas y rebeldes a todo
remedio, que le tenían al borde del sepulcro. Al llegar Don Bosco, todos los de la casa salieron
al encuentro, diciéndole a una voz:
"Don Bosco, cúrelo, cúrelo!"
Don Bosco, volviéndose al Cardenal, le dijo: "He venido a fin de que Su Eminencia me ayude cerca
del Padre Santo a obtener la aprobación de la Soiedad de San Francisco de Sales."
"Procure usted" – respondió el purpurado – "que mi
sobrino se cure y yo hablaré en favor de su Sociedad al Padre Santo." E así
diciendo, lo introdujo en la habitación del enfermo.
El Siervo de Dios iba repetiendo: "Tengan ustedes fe! ; Recen a María Auxiliadora; comiecen
una novena y Vuestra Eminencia, señor Cardenal, trabaje por la Sociedad de San Francisco de
Sales."
Y añadió: "Dejemos a la Virgen el cuidado". Después de rezar algunas oraciones, bendijo
al enfermo, el cual quedó al instante libre de la fiebre, y al fin de la novena estaba lleno de
robustez.
El Cardenal, fuera de sí por el consuelo que
experimentó dijo a Don Bosco: "Estoy dispuesto a hacer todo lo que quiera de mí; no tiene más
que mandarme." "Eminencia, ya sabe qué es lo que más deseo: que se interese por la
Sociedad Salesiana; que hable de ella a sus colegas y al Padre Santo!"
El Cardenal fue a ver al Papa y recomendó vivamente la Sociedad Salesiana. Pio IX consideró este
primer triunfo como si se tratara de algo muy suyo.
Pero los prelados de la Sagrada Congregación que
debían dar su conformidad en este asunto eran siempre contrarios. A pesar de que desde el 26 de
julio de 1864 la Santa Sede había dado el decrétum laudis con que se alababa su existencia y su
espírito.
El Cardenal Antonelli, Secretario de Estado, podía
influir mucho. El Santo fue a hablarle y lo encontró como clavado en un sofá por la
gota, que lo hacía sufrir atrozmente. Supo que, por no poder movrese, el Papa mismo venía a
tratar con él los asuntos de la Iglesia. Don Bosco le prometió que se se interesaba por el
asunto de la aprobación definitiva de la Sociedad, él mismo podria a la sala
papal.
"¿Cuándo?" – exclamó el Cardenal, mirándolo
fijamente. "¡Mañana!" "¿Es posible?" "¡Sí, mañana!" "Pero, ¿cómo podrá ser?"
"Tenga fe, fe viva en Maria Auxiliadora, porque de otra manera no haremos
nada."
Al dia siguinte por la mañana el Cardenal Antonelli
estaba bueno; los ataques habían cesado y fue a ver al Padre Santo, a quien referió el diálogo
y la curación.
Fue Don Bosco a ver Su Santidad Pio IX, conmovido
por lo que los cardenales le habían referido, lo acogió con bondade indescriptible. Lo entretuvo
durante hora y media y se mostró favorable a su deseo, prometiéndole que haria todo lo posible
por complacerlo y para que las gestiones se acabaran pronto.
En dias sucesivos le concedió otra audiencia de dos
horas y una tercera de cerca de una hora.
Como se acercase la hora de una de estas audiencias,
el Papa llamó al camarero y le dijo: "Don Bosco no tiene carruaje; vaya a buscarle com el
mío." Y Don Bosco fue desde donde se hospedaba al Vaticano en la carroza del
Papa.
Las dificultades continuaban todavía en el seno de la
Congregación de Obispos y Regulares. Es verdad que el Papa es árbitro supremo, pero
suele dejar que las cosas sigan su trámite regular, y el trámite era la dicha
Congregación. A alguien había dicho Pio IX: "No quisiera más dificultades; véase la manera de
superarlas y no promoverlas."
El más opuesto era Monseñor Svegliati,
Secretario de la Sagrada Congregación. Las novedades de Don Bosco no le entraban.
Este, por consejo del mesmo Pio IX, se apresuró a
visitarlo. Lo encontró en cama, molestado por los primeros ataques de una pulmonía muy grave .
Sin más, le prometió la curación, si hablaba en favor de la aprobación de la Sociedad, y
acabó diciendo: "Tenga fe, viva fe em María Auxiliadora, y mañana podrá ir al
Vaticano."
"Ah, Don Bosco" – concluyó con vehemencia Monseñor
Svegliati - "si mañana puedo ir a ver al Papa, le aseguro que hablaré de modo que
todo irá bien para usted.
A la mañana siguiente la tos y la fiebre habían desaparecido y el Secretario se encontró
perfectamente curado.
Muy agradecido por su
restablecimiento fue a visitar al Padre Santo y el mismo dia fue a ver Don Bosco, asegurándole
que lo apoyaria y desaparecerían todas las dificultades.
Las gracias concedidas por María Auxiliadora conciliaron a Don Bosco la favorable
disposición de sus adversarios, enfervorizaron a los tibios y ganaron más y más el favor
del Sumo Pontífice.
Los chicos del Oratorio y las otras casas continuaban rezando.
Don Bosco los invitó a turnarse en pequeños grupos
para adorar continuamente a Jesús Sacramentado en el Santuario de María Auxiliadora durante todo
el dia 19 de febrero. Y ese dia se decretó la aprobación definitiva de la Sociedad
Salesiana. Don Bosco dijo a Pio IX: "Hoy todos los muchachos están rezando ante el Santísimo,
para que el Señor me ayude." Pio IX, al oir estas palabras, se comovió visiblemente.
El primero de marzo se despachaba el decreto de
aprobación. Concedióse también por un decenio la facultad de dar las Dimisorias respecto
de todos los Obispos para las sagradas Órdenes.
EPÍLOGO
Tal vez ahora los verdaderos Fieles, los que tienen
Ojos Para Ver y Oidos
Para Oir (en Inglés), comprendan:
(a) Por que con una mano
miguel de Portugal defiende a un Papa (en
Inglés) y con la otra
arrasa a la Administración de la
Iglesia Católica Romana.
(b) Por que un hombrecillo, que ni siquiera fuer recibido
en Audiencia por S.S. Juan XXIII y S.S. Pablo VI y el cual, con su amor a autoGlorificación, ni
siquiera pudo pasar de ser un "Monseñor del montón", logró que S.S. Juan Pablo II le
concediera el privilegio de una Prelatura Personal - lo cual, sin importar sus protestas a lo
contrario, estableció una Iglesia Paralela - la Falsa Iglesia.
(c) Por que un hombrecillo que se atrevió a usurpar la
Gloria que sólo le pertenece a Jesucristo publicando un libraco títulado "CAMINO"
pretendiendo que ese es el camino a la santidad, fue elevado a los altares, supuestamente, por el
mismo Juan Pablo II.
Cerremos este documento con "Broche de Oro" místicamente aplicando la "Regla de Tres":
_____________________________________________
(1) Capítulo XXXVIII, p
489
Publicado Diciembre 1, 2005 - Unión Europea
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