Carta
Encíclica "Fratelli Tutti" de Francisco
sobre
la Fraternidad y la Amistad
Social
Reproducción
comentada del
original
Parte
2
INTRODUCCIÓN
(por The
M+G+R Foundation)
El principal propósito de esta reproducción de la larga,
tortuosa, aburrida y poco iluminada Encíclica "Fratelli Tutti" (1) es disponer de ella en
un
formato más manejable para poder destacar y comentar las graves
ausencias y errores teológicos que contiene.
Acompañando a este documento puede leer:
Nota: Aparte del
formato (incluyendo los destacados) y de la inserción de
nuestros
resúmenes y comentarios,
hemos mantenido inalterado el texto original (1). Nuestros
resúmenes y comentarios aparecen destacados en letra
itálica y color azul. Los títulos de
sección son propios del original. Para más detalles sobre
el formato véase la nota (2)
al pie de este documento.
CARTA
ENCÍCLICA
Índice de Secciones de
esta Parte 2: Introducción del
Capítulo Segundo | El trasfondo | El abandonado | Una historia que se
repite | Los personajes | Recomenzar
| El prójimo sin fronteras | La
interpelación del forastero
Comentarios a esta Parte 2 por The M+G+R Foundation
Capítulo
Segundo
UN
EXTRAÑO EN EL CAMINO
Resumen del
Capítulo Segundo:
En este
capítulo, Francisco ha elegido hablar de la parábola del
buen samaritano [Lucas 10: 25-37]. La somete a un
análisis sin profundidad
teológica que le sirve para desarrollar la
pregunta
que ha formulado en su mente: ¿Cómo
podemos presentar el amor fraterno apoyándonos en el Evangelio
pero a
la vez de manera que no sea rechazado por creyentes de otras
religiones, ateos y agnósticos?
La
ventaja de la parábola del buen samaritano es que le resulta
propicia
para
hablar del amor fraterno como característica humana sin tener
que hablar del amor fraterno como inspirado por Dios y sin tener que
invocar un sentido de fraternidad conectado con ser "hijos de
Dios" (lo cual requeriría explicar su sentido cristiano). En vez
de ello, se refiere a un sentido de fraternidad conectado con haber
sido "creados por Dios".
Todos los
elementos de la
parábola intenta proyectarlos a los distintos aspectos y
relaciones de
la sociedad humana, ya que su sueño y su insistencia es
construir una nueva
sociedad "sin
exclusiones" y "sin barreras", una
sociedad unida no por la guía sobrenatural de
Dios,
sino por esa supuestamente poderosa hermandad (guiada por la
"buena
voluntad") en la
que Dios es un elemento
secundario.
Al
interpretar
al buen samaritano como "el prójimo sin fronteras"
y
la parábola como una invitación a "que
resurja nuestra vocación de ciudadanos del mundo entero",
llegando hasta el extremo
de cambiar la Biblia diciendo "migrantes" donde el
texto bíblico original dice
"extranjeros", resulta obvio que
Francisco quiere forzar la interpretación de la parábola
del buen samaritano para promocionar
del concepto de una "ciudadanía sin fronteras" en
sintonía con las aspiraciones de un Nuevo Orden Mundial.
56. Todo lo que
mencioné en el capítulo anterior es más que una
aséptica descripción de la realidad, ya que «los
gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la
vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos
de
Cristo.
Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su
corazón»[53]. En el intento de buscar una luz en medio de
lo que estamos viviendo, y antes de plantear algunas líneas de
acción, propongo
dedicar un
capítulo a una
parábola dicha por Jesucristo hace dos mil años.
Porque,
si bien
esta carta está
dirigida a todas las personas de buena
voluntad, más allá de sus convicciones religiosas,
la
parábola se expresa de tal manera que cualquiera de nosotros
puede dejarse interpelar por ella.
«Un maestro de la Ley se
levantó y le preguntó a Jesús para
ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué debo hacer para heredar
la vida eterna?”. Jesús
le preguntó a su vez: “Qué está escrito en la
Ley?, ¿qué lees en ella?”. Él le respondió:
“Amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu
corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu
mente, y al prójimo como a ti mismo”. Entonces Jesús le
dijo: “Has respondido bien; pero ahora practícalo y
vivirás”. El maestro de la Ley, queriendo justificarse, le
volvió a preguntar: “¿Quién es mi
prójimo?”. Jesús
tomó la palabra y dijo: “Un hombre bajaba de Jerusalén a
Jericó y cayó en manos de unos ladrones, quienes,
después de despojarlo de todo y herirlo, se fueron,
dejándolo por muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por el
mismo camino, lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Igual hizo
un levita, que llegó al mismo lugar, dio un rodeo y pasó
de largo. En cambio, un samaritano, que iba de viaje, llegó a
donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió
profundamente, se acercó y le vendó sus heridas,
curándolas con aceite y vino. Después lo cargó
sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un albergue y se
quedó cuidándolo. A la mañana siguiente le dio al
dueño del albergue dos monedas de plata y le dijo:
‘Cuídalo, y, si gastas de más, te lo pagaré a mi
regreso’. ¿Cuál de estos tres te parece que se
comportó como prójimo del hombre que cayó en manos
de los ladrones?” El maestro de la Ley respondió: “El que lo
trató con misericordia”. Entonces Jesús le
dijo: “Tienes que ir y hacer lo mismo» (Lc 10,25-37).
[
Comentario]
El trasfondo
57. Esta
parábola recoge un trasfondo de siglos. Poco después de
la narración de la creación del mundo y del ser humano,
la Biblia
plantea el desafío de las relaciones entre nosotros.
Caín destruye a su
hermano Abel, y resuena la
pregunta de Dios:
«¿Dónde está tu hermano Abel?» (Gn
4,9). La respuesta es la misma que frecuentemente damos nosotros:
«¿Acaso yo soy guardián de mi hermano?»
(ibíd.). Al preguntar, Dios
cuestiona
todo tipo de determinismo o fatalismo que pretenda justificar la
indiferencia como única respuesta posible. Nos habilita, por el
contrario, a crear una cultura
diferente que nos oriente a superar las
enemistades y a cuidarnos unos a otros.
58. El
libro de
Job acude al hecho de tener un mismo
Creador
como base
para sostener algunos derechos comunes: «¿Acaso el que me
formó en el vientre no lo formó también a
él y nos modeló del mismo modo en la matriz?»
(31,15). Muchos siglos después, san Ireneo lo expresará
con la imagen de la melodía: «El amante de la verdad no
debe dejarse engañar por el intervalo particular de cada tono,
ni suponer un
creador
para
uno y otro para otro […], sino uno
solo»[54].
[
Comentario]
59. En las
tradiciones judías, el
imperativo de amar y cuidar al otro
parecía restringirse a las relaciones entre los miembros de una
misma nación. El antiguo precepto «amarás a
tu
prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18) se entendía
ordinariamente como referido a los connacionales. Sin embargo,
especialmente en el judaísmo
que se desarrolló fuera de
la tierra de Israel, los confines se fueron ampliando. Apareció
la invitación a no hacer a los otros lo que no quieres que te
hagan (cf. Tb 4,15). El sabio Hillel
(siglo I a. C.) decía al
respecto: «Esto es la Ley y los
Profetas.
Todo lo demás es
comentario»[55]. El deseo de imitar las actitudes divinas
llevó a superar aquella tendencia a limitarse a los más
cercanos: «La misericordia de cada persona se extiende a su
prójimo, pero la
misericordia del Señor alcanza a todos
los vivientes» (Si 18,13).
60. En el Nuevo
Testamento, el precepto de Hillel
se expresó de modo positivo:
«Traten en todo a los demás como ustedes quieran ser
tratados, porque en esto consisten la
Ley y los Profetas»
(Mt
7,12). Este llamado es universal, tiende a abarcar a todos, sólo
por su condición humana, porque el Altísimo,
el
Padre
celestial «hace salir el sol sobre malos y buenos»
(Mt
5,45). Como consecuencia se reclama: «Sean misericordiosos
así como el
Padre de
ustedes es misericordioso» (Lc 6,36).
61. Hay una
motivación para ampliar el corazón de manera que no
excluya al
extranjero, que
puede encontrarse ya en los textos
más antiguos de la Biblia. Se debe al constante recuerdo del
pueblo judío de haber vivido como
forastero en Egipto:
«No maltratarás ni
oprimirás al migrante
que reside en tu territorio, porque
ustedes fueron migrantes en el
país de Egipto» (Ex
22,20).
«No oprimas al migrante:
ustedes saben lo que es ser migrante,
porque fueron migrantes en el
país de Egipto» (Ex 23,9).
«Si un migrante viene a residir
entre ustedes, en su tierra, no lo opriman. El migrante residente
será para ustedes como el compatriota; lo amarás como a
ti mismo, porque ustedes fueron migrantes
en el país de
Egipto» (Lv 19,33-34).
«Si cosechas tu viña, no
vuelvas a por más uvas. Serán para el migrante, el
huérfano y la viuda. Recuerda que fuiste esclavo en el
país de Egipto» (Dt 24,21-22).
[
Comentario]
En el Nuevo
Testamento resuena con fuerza el llamado al
amor fraterno:
«Toda la Ley alcanza su
plenitud en un solo precepto: Amarás a tu
prójimo como a
ti mismo» (Ga 5,14).
«Quien ama a su hermano
permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano
está y camina en las tinieblas» (1 Jn 2,10-11).
«Nosotros sabemos que hemos
pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no
ama permanece en la muerte» (1 Jn 3,14).
«Quien no ama a su hermano, a
quien ve, no puede amar a Dios, a quien
no
ve» (1 Jn 4,20).
[
Comentario]
62. Aun esta
propuesta de amor podía entenderse mal. Por algo, frente a la
tentación de las primeras comunidades
cristianas de
crear grupos
cerrados y aislados, san Pablo exhortaba a sus discípulos a
tener caridad entre ellos «y con todos» (1 Ts 3,12), y en
la comunidad de Juan se pedía que los
hermanos fueran bien
recibidos, «incluso los que están de paso» (3 Jn 5).
Este contexto ayuda a comprender el valor de la parábola del
buen
samaritano: al
amor no le importa si el
hermano herido es de
aquí o es de allá. Porque es el «
amor que rompe las
cadenas que nos aíslan y separan, tendiendo puentes;
amor que
nos permite construir
una gran familia
donde todos podamos sentirnos en
casa. […]
Amor que sabe de
compasión y de dignidad»[56].
[
Comentario]
El abandonado
63. Jesús
cuenta que había un hombre
herido, tirado en el camino, que
había sido asaltado. Pasaron varios a su lado pero huyeron, no
se detuvieron. Eran personas con funciones importantes en la sociedad,
que no tenían en el corazón el amor por el bien
común. No fueron capaces de perder unos minutos para atender al
herido o al menos para buscar ayuda. Uno se detuvo, le regaló
cercanía, lo curó con sus propias manos, puso
también dinero de su bolsillo y se ocupó de él.
Sobre todo, le dio algo que en este mundo ansioso retaceamos tanto: le
dio su tiempo. Seguramente él tenía sus planes para
aprovechar aquel día según sus necesidades, compromisos o
deseos. Pero fue capaz de dejar todo a un lado ante el herido, y sin
conocerlo lo consideró digno de dedicarle su tiempo.
64. ¿Con
quién te identificas? Esta pregunta es cruda, directa y
determinante. ¿A cuál de ellos te pareces? Nos hace falta
reconocer la tentación que nos circunda de desentendernos de los
demás; especialmente de los más débiles.
Digámoslo, hemos crecido en muchos aspectos, aunque somos
analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a los más
frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas.
Nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de lado, a ignorar
las situaciones hasta que estas nos golpean directamente.
65. Asaltan a
una persona en la calle, y muchos escapan como si no hubieran visto
nada. Frecuentemente hay personas que atropellan a alguien con su
automóvil y huyen. Sólo les importa evitar problemas, no
les interesa si un ser humano se muere por su culpa. Pero estos son
signos de un estilo de vida generalizado, que se manifiesta de diversas
maneras, quizás más sutiles. Además, como todos
estamos muy concentrados en nuestras propias necesidades, ver a alguien
sufriendo nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder nuestro
tiempo por culpa de los problemas ajenos. Estos son síntomas de
una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor.
66. Mejor no
caer en esa miseria. Miremos el modelo del buen samaritano. Es un texto
que nos invita a que resurja nuestra vocación
de ciudadanos del
propio país y del mundo entero, constructores de un nuevo
vínculo social. Es un llamado siempre nuevo, aunque
está
escrito como ley fundamental de nuestro ser: que la sociedad se
encamine a la prosecución del bien
común y, a partir de
esta finalidad, reconstruya una y otra vez su orden político y
social, su tejido de relaciones, su proyecto humano. Con sus
gestos, el
buen samaritano reflejó
que «la existencia de cada uno de
nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es
tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro»[57].
67. Esta
parábola es un ícono iluminador, capaz de poner de
manifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar para
reconstruir este mundo que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta
herida, la única salida es ser como el buen
samaritano. Toda
otra opción termina o bien al lado de los salteadores o bien al
lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del hombre
herido en el camino. La parábola nos muestra con qué
iniciativas se puede rehacer una
comunidad a partir de hombres y
mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no
dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen
prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el
bien sea común. Al mismo tiempo, la
parábola nos advierte
sobre ciertas actitudes de personas que sólo se miran a
sí mismas y no se hacen cargo de las exigencias ineludibles de
la realidad humana.
68. El relato,
digámoslo claramente, no desliza una enseñanza de ideales
abstractos, ni se circunscribe a la funcionalidad de una moraleja
ético-social. Nos revela una
característica
esencial del
ser humano, tantas veces olvidada:
hemos sido hechos para la
plenitud
que sólo se alcanza en el
amor.
No es una opción posible
vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a
un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de
nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es
dignidad.
[
Comentario]
Una historia
que se repite
69. La
narración es sencilla y lineal, pero tiene toda la
dinámica de esa lucha interna que se da en la elaboración
de nuestra identidad, en toda existencia lanzada al camino para
realizar la fraternidad humana.
Puestos en camino nos chocamos,
indefectiblemente, con el hombre
herido. Hoy, y cada vez más,
hay heridos. La inclusión o la exclusión de la persona
que sufre al costado del camino define todos los proyectos
económicos, políticos, sociales y religiosos.
Enfrentamos
cada día la opción de ser buenos
samaritanos o
indiferentes viajantes que pasan de largo. Y si extendemos la mirada a
la totalidad de nuestra historia y a lo ancho y largo del mundo, todos
somos o hemos sido como estos personajes: todos tenemos algo de herido,
algo de salteador, algo de los que pasan de largo y algo del buen
samaritano.
70. Es notable
cómo las diferencias de los personajes del
relato quedan
totalmente transformadas al confrontarse con la dolorosa
manifestación del caído,
del humillado. Ya no hay
distinción entre habitante de Judea y habitante de
Samaría, no hay
sacerdote ni comerciante; simplemente hay dos
tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de
largo; las que se inclinan reconociendo al caído y las que
distraen su mirada y aceleran el paso. En efecto, nuestras
múltiples máscaras, nuestras etiquetas y nuestros
disfraces se caen: es la hora de la verdad. ¿Nos inclinaremos
para tocar y curar las heridas de los otros? ¿Nos inclinaremos
para cargarnos al hombro unos a otros? Este es el desafío
presente, al que no hemos de tenerle miedo. En los momentos de crisis
la opción se vuelve acuciante: podríamos decir que, en
este momento, todo el que no es salteador o todo el que no pasa de
largo, o bien está herido o está poniendo sobre sus
hombros a algún herido.
71. La historia
del
buen samaritano se repite:
se torna cada vez más visible que
la
desidia social y política
hace de muchos lugares de nuestro
mundo un camino desolado, donde las
disputas
internas e internacionales
y los saqueos de oportunidades dejan a tantos marginados, tirados a un
costado del camino. En su parábola,
Jesús
no
plantea vías alternativas, como ¿qué hubiera sido
de aquel malherido o del que lo ayudó, si la ira o la sed de
venganza hubieran ganado espacio en sus corazones? Él
confía en lo mejor del espíritu humano y con la
parábola lo alienta a que se adhiera al
amor, reintegre al
dolido y
construya una sociedad
digna de tal nombre.
[
Comentario]
Los personajes
72. La
parábola comienza con los
salteadores. El punto de partida que
elige Jesús
es un asalto ya consumado. No hace que nos detengamos a lamentar el
hecho, no dirige nuestra mirada hacia los
salteadores. Los conocemos.
Hemos visto avanzar en el mundo las densas sombras del abandono, de la
violencia utilizada con mezquinos intereses
de poder,
acumulación y división. La pregunta podría ser:
¿Dejaremos tirado al que está lastimado para correr cada
uno a guarecerse de la violencia o a perseguir a los ladrones?
¿Será el herido la justificación de nuestras
divisiones irreconciliables, de nuestras indiferencias crueles, de
nuestros enfrentamientos internos?
73. Luego la
parábola nos hace poner la mirada claramente en los que pasan de
largo. Esta peligrosa indiferencia de no detenerse, inocente o
no,
producto del desprecio o de una triste distracción, hace de los
personajes del sacerdote y del levita un no menos triste reflejo de esa
distancia cercenadora que se pone frente a la realidad. Hay muchas
maneras de pasar de largo que se complementan: una es ensimismarse,
desentenderse de los demás, ser indiferentes. Otra sería
sólo mirar hacia afuera. Respecto a esta última manera de
pasar de largo, en algunos
países, o en ciertos sectores de
estos, hay un desprecio de los pobres y de su cultura, y un vivir con
la mirada puesta hacia fuera, como si un proyecto de país
importado intentara forzar su lugar. Así se puede justificar la
indiferencia de algunos, porque aquellos que podrían tocarles el
corazón con sus reclamos simplemente no existen. Están
fuera de su horizonte de intereses.
74. En los que
pasan de largo hay un detalle que no podemos ignorar; eran
personas
religiosas. Es más, se dedicaban a dar culto a
Dios: un
sacerdote y un levita. Esto es un fuerte llamado de atención,
indica que el hecho de creer en
Dios y de
adorarlo no garantiza vivir como a
Dios le
agrada.
Una persona de
fe
puede no ser fiel a todo lo que esa misma fe le reclama, y sin embargo
puede sentirse cerca de
Dios y
creerse
con más dignidad que los demás. Pero hay maneras de vivir
la fe que facilitan la apertura del corazón a los hermanos, y
esa será la garantía de una auténtica apertura a
Dios. San
Juan
Crisóstomo llegó a expresar con mucha claridad este
desafío que se plantea a los
cristianos:
«¿Desean honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecien
cuando lo contemplen desnudo […], ni lo honren aquí, en el
templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonan en su frío
y desnudez»[58]. La paradoja es que a veces,
quienes dicen no
creer, pueden vivir la voluntad de Dios mejor que
los creyentes.
[
Comentario]
75. Los
“salteadores del camino” suelen
tener como aliados secretos a los que
“pasan por el camino mirando a otro lado”. Se cierra el círculo
entre los que usan y engañan a la
sociedad para esquilmarla, y
los que creen mantener la pureza en su función crítica,
pero al mismo tiempo viven de ese sistema y de sus recursos. Hay una
triste hipocresía cuando la impunidad del delito, del uso de las
instituciones para el provecho
personal o corporativo y otros males que
no logramos desterrar, se unen a una permanente descalificación
de todo, a la constante siembra de sospecha que hace cundir la
desconfianza y la perplejidad. El engaño del “todo está
mal” es respondido con un “nadie puede arreglarlo”, “¿qué
puedo hacer yo?”. De esta manera, se nutre el desencanto y la
desesperanza, y eso no alienta un espíritu de solidaridad y de
generosidad. Hundir a un pueblo
en el desaliento es el cierre de un
círculo perverso perfecto: así obra la dictadura
invisible de los verdaderos intereses ocultos, que se adueñaron
de los recursos y de la capacidad de opinar y pensar.
76. Miremos
finalmente al hombre herido. A
veces nos sentimos como él,
malheridos y tirados al costado del camino. Nos sentimos también
desamparados por nuestras instituciones
desarmadas y desprovistas, o
dirigidas al servicio de los intereses
de unos pocos, de afuera y de
adentro. Porque «en la sociedad
globalizada, existe un estilo
elegante de mirar para otro lado que se practica recurrentemente: bajo
el ropaje de lo políticamente correcto o las modas
ideológicas, se mira al que sufre sin tocarlo, se lo televisa en
directo, incluso se adopta un discurso en apariencia tolerante y
repleto de eufemismos»[59].
Recomenzar
77. Cada
día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No
tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería
infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar
y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la
rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy
estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia
fraterna, de ser otros buenos
samaritanos que carguen sobre sí
el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos.
Como el viajero ocasional de nuestra historia, sólo falta el
deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e
incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al
caído; aunque muchas veces nos veamos inmersos y condenados a
repetir la lógica de los violentos, de los que sólo se
ambicionan a sí mismos, difusores de la confusión y la
mentira. Que otros sigan pensando en la política o en la
economía para sus juegos
de poder. Alimentemos lo bueno
y
pongámonos al servicio del bien.
78. Es posible
comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y
local, hasta el último rincón de la patria y del mundo,
con el mismo cuidado que el
viajero
de Samaría tuvo por cada
llaga del herido. Busquemos a otros y hagámonos cargo de la
realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia,
porque allí está todo lo bueno que
Dios ha
sembrado
en el corazón del ser humano. Las dificultades que parecen
enormes son la oportunidad para crecer, y no la excusa para la tristeza
inerte que favorece el sometimiento. Pero no lo hagamos solos,
individualmente.
El samaritano
buscó a un hospedero que pudiera
cuidar de aquel hombre, como nosotros estamos invitados a
convocar y
encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la
suma de
pequeñas individualidades; recordemos que «el todo es
más que la parte, y también es más que la mera
suma de ellas».[60] Renunciemos a la mezquindad y al
resentimiento de los internismos estériles, de los
enfrentamientos sin fin. Dejemos de ocultar el dolor de las
pérdidas y hagámonos cargo de nuestros crímenes,
desidias y mentiras.
La
reconciliación reparadora nos
resucitará, y nos hará perder el miedo a nosotros
mismos
y a los demás.
[
Comentario]
79. El
samaritano del camino se fue
sin esperar reconocimientos ni gratitudes.
La entrega al servicio era la gran satisfacción frente a su Dios y a su
vida,
y por eso, un deber. Todos tenemos responsabilidad sobre el herido que
es el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra. Cuidemos la
fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada
anciano, con esa actitud solidaria y atenta, la actitud de proximidad
del buen samaritano.
El
prójimo sin fronteras
80. Jesús
propuso esta parábola
para responder a una pregunta:
¿Quién es mi prójimo?
La palabra “prójimo”
en la sociedad de la época de Jesús
solía indicar al que es más cercano, próximo. Se
entendía que la ayuda debía dirigirse en primer lugar al
que pertenece al propio grupo, a la propia raza. Un samaritano, para
algunos judíos de aquella época, era considerado un ser
despreciable, impuro, y por lo tanto no se lo incluía dentro de
los seres cercanos a quienes se debía ayudar. El judío Jesús
transforma completamente este planteamiento: no nos invita a
preguntarnos quiénes son los que están cerca de nosotros,
sino a volvernos nosotros cercanos, prójimos.
81. La
propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin
importar si es parte del propio círculo de pertenencia. En este
caso, el
samaritano fue quien
se hizo prójimo del judío
herido. Para volverse cercano y presente, atravesó todas las
barreras culturales e históricas.
La conclusión de
Jesús
es
un pedido: «Tienes que ir y hacer lo mismo» (Lc 10,37). Es
decir, nos interpela a dejar de lado toda diferencia y, ante el
sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera. Entonces, ya no digo que
tengo “
prójimos” a
quienes debo ayudar, sino que me siento
llamado a volverme yo un prójimo de los otros.
[
Comentario]
82. El problema
es que Jesús
destaca, a propósito, que el
hombre herido era un judío
—habitante de Judea— mientras quien se detuvo y lo auxilió era
un samaritano —habitante de Samaría—. Este detalle tiene
una
importancia excepcional para reflexionar sobre un amor que se abre a
todos. Los samaritanos
habitaban una región que había
sido contagiada por ritos paganos, y para los judíos esto los
volvía impuros, detestables, peligrosos. De hecho, un antiguo
texto judío que menciona a naciones odiadas, se refiere a
Samaría afirmando
además que «ni siquiera es una
nación» (Si 50,25), y agrega que es «el pueblo necio
que reside en Siquén» (v. 26).
83. Esto
explica por qué una mujer
samaritana, cuando Jesús
le
pidió de beber, respondió enfáticamente:
«¿Cómo tú, siendo judío, me pides de
beber a mí, que soy una mujer
samaritana?» (Jn 4,9).
Quienes buscaban acusaciones que pudieran desacreditar a Jesús,
lo
más ofensivo que encontraron fue decirle
«endemoniado» y «samaritano»
(Jn 8,48). Por lo
tanto, este encuentro misericordioso entre un samaritano y un
judío es una potente interpelación, que desmiente toda
manipulación ideológica, para que ampliemos nuestro
círculo, para que demos a nuestra capacidad de amar una
dimensión universal capaz de traspasar todos los prejuicios,
todas las barreras históricas o culturales, todos los intereses
mezquinos.
La
interpelación del forastero
84. Finalmente,
recuerdo que en otra parte del Evangelio Jesús
dice: «Fui forastero y
me recibieron» (Mt 25,35). Jesús
podía decir esas palabras porque tenía un corazón
abierto que hacía suyos los dramas de los demás. San
Pablo exhortaba: «Alégrense con los que están
alegres y lloren con los que lloran» (Rm 12,15). Cuando el
corazón asume esa actitud, es capaz de identificarse con el otro
sin importarle dónde ha nacido o de dónde viene. Al
entrar en esta dinámica, en definitiva experimenta que los
demás son «su propia carne» (Is 58,7).
85. Para los
cristianos,
las
palabras de
Jesús
tienen también otra dimensión trascendente; implican
reconocer al mismo Cristo en cada
hermano
abandonado o excluido (cf. Mt
25,40.45). En realidad, la
fe colma de
motivaciones inauditas el reconocimiento del otro, porque quien cree
puede llegar a reconocer que
Dios ama a
cada
ser humano con un
amor infinito
y que «con ello le confiere una
dignidad infinita»[61]. A esto se agrega que
creemos que Cristo
derramó su sangre por todos y cada uno, por lo cual nadie
queda
fuera de su
amor universal. Y
si vamos a la fuente última, que
es la vida íntima de
Dios, nos
encontramos con una
comunidad
de tres Personas, origen y
modelo
perfecto de toda vida en común. La teología
continúa enriqueciéndose gracias a la reflexión
sobre esta gran verdad.
[
Comentario]
86. A veces me
asombra que, con semejantes motivaciones, a la Iglesia le haya llevado
tanto tiempo condenar contundentemente la esclavitud y diversas formas
de violencia. Hoy, con el
desarrollo de la espiritualidad y de la
teología, no tenemos excusas. Sin embargo, todavía hay
quienes parecen sentirse alentados o al menos autorizados por su fe para
sostener
diversas formas de nacionalismos
cerrados y violentos, actitudes
xenófobas, desprecios e incluso maltratos hacia los que son
diferentes. La fe,
con el humanismo que encierra, debe mantener vivo un sentido
crítico frente a estas tendencias, y ayudar a reaccionar
rápidamente cuando comienzan a insinuarse. Para ello es
importante que la catequesis y la predicación incluyan de modo
más directo y claro el sentido social de la existencia, la
dimensión fraterna de
la espiritualidad, la convicción
sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para
amar y acoger a todos.
COMENTARIOS
(por Ricardo de Valencia)
Comentario al Párrafo 56.
Todo lo que
mencioné en el capítulo anterior es más que una
aséptica descripción de la realidad, ... antes de
plantear algunas líneas de
acción, propongo dedicar un
capítulo a una
parábola ...
En este
capítulo Francisco no
se dispone a enriquecer la lectura de la
parábola desde el ángulo de nuestra relación con
Dios, sino que su intención es instrumentalizar la
parábola del buen samaritano para defender su proyecto social
(no místico) de Fraternidad Universal. En sus propias palabras
(párrafo 66):
"Miremos
el modelo del buen samaritano. Es un texto que nos invita a que resurja
nuestra vocación de ciudadanos
del propio país y del
mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social."
En su
análisis, Francisco ignora consistentemente la principal
intención de Jesús con la parábola, la cual no es
la construcción de una nueva sociedad sino una crítica
dirigida a las personas aparentemente piadosas que no se dedican a la
verdadera caridad.
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Comentario al Párrafo 58.
El libro de
Job acude al hecho de tener un mismo Creador
como base
para sostener ...
Contrariamente a lo
que sugiere Francisco, el hecho de tener un mismo Creador no es
equivalente a ser hermanos. Por poner dos ejemplos extremos:
también satanás fue creado por Dios pero,
¿quién quiere ser hermano suyo? También Judas
Iscariote fue creado por Dios pero, al
suicidarse sin confiar en la Misericordia de Dios, él mismo
rechazó ser hijo de Dios y hermano de los apóstoles.
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Comentario al Párrafo 61.
Hay una
motivación para ampliar el corazón de manera que no
excluya al extranjero, ... «No maltratarás ni
oprimirás al migrante que reside en tu territorio, porque
ustedes fueron migrantes en el país de Egipto»
(Ex 22,20). ...
La palabra original que encontramos en la
Biblia en todas esas citas es "extranjero", no "migrante".
Francisco está alterando las palabras de la Biblia para
promocionar la inmigración incondicionalmente (lo cual, por
defecto, incluye la inmigración masiva y desordenada).
Tal como ya
hemos dicho en otro lugar,
fomentar la inmigración "de cualquier
manera" es una grave irresponsabilidad y una estrategia segura para
llevar a los países anfitriones a la ruina. La caridad es
necesaria, pero ejercida dentro de un orden apropiado para que sea
eficaz.
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Comentario al 61 (segunda parte).
En el Nuevo
Testamento resuena con fuerza el llamado al amor fraterno: ... «Quien ama a su hermano
permanece en la luz y no tropieza. ...» ...
El concepto de
"hermanos" no es tan uniforme como Francisco quiere hacernos creer a
través de su selección de citas, sino que tiene
más dimensiones en el Evangelio. Lo apropiado habría sido
que él hiciera las clarificaciones teológicas necesarias
apoyándose en alguna de las importantes citas que ha decidido omitir:
«Respondióles
y dijo: "Mi madre y mis hermanos
son éstos: los que oyen la palabra de Dios y la
practican."» [Lucas 8:21]
«Pero los incrédulos de entre los judíos excitaron
y exacerbaron los ánimos de los gentiles
contra los hermanos.» [Hechos 14:2]
«... no tengáis trato
con ninguno que, llamándose
hermano, sea fornicario, o avaro, o idólatra, ...»
[1 Corintios 5:11]
«Pero ni siquiera Tito, ... fue obligado a circuncidarse, a pesar
de los falsos hermanos
intrusos, que se habían infiltrado furtivamente...»
[Gálatas 2:3-4]
Estas citas
hablan de "hermanos" en un sentido excluyente y eso no le interesa a
Bergoglio para su proyecto social (no religioso) de hermandad, un
proyecto relacionado con la "ciudadanía global" y no con la fe.
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Comentario al Párrafo 62.
Aun esta
propuesta de amor podía entenderse mal. Por algo, frente a la
tentación ...
Francisco
está sembrando confusión. Una comunidad cohesionada por
la Fe Cristiana es una cosa; la "gran familia humana" es otra cosa
distinta. Por lo tanto, ser "hermano" de una no es exactamente lo mismo
que ser "hermano" de la otra. Son dos contextos distintos que hay que
separar antes de acusar, como sutilmente hace Francisco, a la comunidad
cristiana en su conjunto a ser "cerrada" por no aceptar como "hermanos"
a personas que no comparten la Fe Cristiana.
El sentido
excluyente de "hermanos en la fe" no es una falta de caridad, no debe
escandalizarnos. Tiene que haber un orden en cómo ejercemos la
caridad y eso no es negar el amor fraternal. Pensemos en la
analogía con un inmigrante: no es lo mismo invitar a un
inmigrante desconocido a que entre a nuestro país que invitarle
a que entre a vivir en la intimidad de nuestra vivienda particular.
Lo diremos una
vez más: La distinción que Francisco ignora
consistentemente es que hay "hermanos" en el sentido muy general de
"prójimo" (a lo que se refiere Francisco) y hay "hermanos en la
fe" (el sentido que Francisco rehuye mencionar). Podemos y debemos amar
y respetar a todo ser humano (el prójimo), pero solo con nuestros hermanos en la fe estamos
en verdadera comunión espiritual.
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Comentario a los Párrafos 66 al 68.
Mejor no
caer en esa miseria. Miremos el modelo del buen samaritano. ... El
relato,
digámoslo claramente, no desliza una enseñanza de ideales
abstractos, ...
Dice "hemos sido
hechos", pero no dice por Quién. Otra oportunidad perdida para
glorificar a Dios. Francisco se
entretiene con divagaciones sobre la parábola del buen
samaritano, no para glorificar a Dios, sino para proyectar la
parábola a los distintos aspectos y relaciones de la sociedad
humana y así avanzar en su proyecto de reconstruir el mundo por
medio de un "nuevo vínculo social":
* Párrafo
66: Su
apelación a ser "ciudadanos del mundo" - un término muy
recurrido por los proponentes de un Nuevo Orden Mundial - no es un
requisito evangélico, ya que el amor cristiano no depende del
sentimiento de pertenencia a una sociedad política común.
*
Párrafo 67: La
parábola no habla de aspectos sociales, pero Francisco insiste
en que "La parábola nos muestra con qué iniciativas se
puede rehacer una comunidad... una sociedad sin exclusión...",
es decir, continua instrumentalizando la parábola para su
proyecto de una sociedad agnóstica.
*
Párrafo 68: Cuando
él habla de esa "característica esencial del ser humano"
- refiriéndose a la orientación natural hacia el amor -
es otra oportunidad que
ha perdido para glorificar a Dios, al no recordar que Dios es quien ha
creado esa "característica" en nosotros.
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Comentario a los Párrafos 69
al 71.
La
narración es sencilla y lineal, ... La historia
del buen samaritano se repite:
se torna cada vez más visible que
la desidia social y política
...
Francisco continua
con más divagaciones sobre la parábola, las cuales no
tienen ninguna profundidad teológica porque su agenda es social
y política, con el poder sobrenatural de Dios fuera de juego:
* Párrafo
69: El uso de los
términos "realizar la fraternidad humana" y "proyectos
económicos, políticos..." está conectado con la
aspiración de Francisco a construir una nueva sociedad. Aunque
incluye "proyectos religiosos", no los incluye en su dimensión
de la fe.
*
Párrafo 71: El uso
de los términos "desidia social y política" y "disputas
internas e internacionales" forma parte de su mentalidad de atribuir a
causas políticas y económicas, pero no espirituales ni
religiosas, la responsabilidad por las injusticias sociales.
*
Párrafo 71: Insiste
en que Jesús, con la parábola del buen samaritano,
“alienta al espíritu humano” a que “construya una [nueva]
sociedad”. Una vez más, desviando el mensaje central de la
parábola y utilizándola para su proyecto
político-social.
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Comentario al Párrafo 74.
En los que
pasan de largo hay un detalle que no podemos ignorar; eran personas
religiosas. ... La paradoja es que a veces, quienes dicen no
creer, pueden vivir la voluntad de Dios mejor que
los creyentes.
A lo largo de toda su
Encíclica, Francisco da a entender que la "fraternidad", sin
necesidad de Dios ni de la Fe, resolverá las injusticias del
mundo. La pregunta que debe estar resonando en la mente de
muchos lectores de la Encíclica - cristianos o no -, dado que
Francisco prescinde de la dimensión sobrenatural del amor y de
la fe, es:
Si
actuar como el buen samaritano es suficiente para vivir la voluntad de
Dios, ¿para qué es necesaria la fe?
Ahora, en el
párrafo 74 y como culminación, dice que los que no creen
"pueden vivir la voluntad de Dios mejor que los creyentes". Aunque hay
cierta verdad en esa afirmación, el contexto no es apropiado,
precisamente porque la
ausencia de una aclaración deja la mencionada pregunta
clave sin contestar y da a
entender que no hay una respuesta satisfactoria a la pregunta -
¿para qué es necesaria la fe si basta ser un "buen
samaritano"?
Por la
Misericordia de Dios, y no por la de Francisco, damos aquí
respuesta a dicha pregunta desde la perspectiva cristiana:
1. Hay
Salvación fuera de la religión organizada y fuera de la
Iglesia Católica Romana, pero no hay Salvación sin
reconocer la misión mesiánica y la función de
Jesús. El Mesías es el Salvador, Aquél que abre
las puertas del Paraíso como un guardián. Todo aquel que
le rechaza a Él como Mesías, por lógica, no puede
ser salvado porque está rechazando la única vía de
vuelta al Paraíso. Esta verdad puede ser incómoda en un
contexto de ecumenismo religioso, pero intentar disimularla es causa de
escándalo y destructivo
para la fe.
2. Un
verdadero cristiano y un ateo que se comportan como el buen samaritano
pueden llegar, ambos, a ser salvados y merecedores de la vida eterna.
La condición es que el buen ateo también acepte a
Jesús aunque sea al cruzar el umbral en el momento de su muerte,
cuando Jesús se le presente tal cual es y no a través del
filtro corrompido de los administradores de la fe que han fallado en su
misión.
3. La
diferencia es que la fe, vehiculada a través de la
religión - si la
religión es correctamente aplicada y no abusada - le
ayudarán al creyente a estar más cerca de Dios y,
consecuentemente, a ir por el camino de
mínimo sufrimiento
durante su vida en la tierra y a reducir sus penas en el Purgatorio.
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Comentario al Párrafo 78.
Es posible
comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y
local, ... estamos invitados a convocar
y encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la
suma de pequeñas individualidades; ... hagámonos cargo de
nuestros crímenes, desidias y mentiras. La reconciliación reparadora nos
resucitará, y nos hará perder el miedo a nosotros
mismos y a los demás.
La religión,
la fe, la oración, Dios, Cristo, no juegan ningún papel
en su propuesta de "convocar y encontrarnos en un nosotros", sin
importar que de vez en cuando menciona a Dios.
Añadiendo
injuria a su falta de defensa de la Fe Cristiana, hace una
interpretación social y mundana de los términos de
"reconciliación" y "resurrección" en la que la
misión de Jesucristo - el único capaz de cargar con
"nuestros crímenes, desidias y mentiras" para una verdadera
Reconciliación y Resurrección - está ausente.
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Comentario al Párrafo 81.
La
propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, ... En
este
caso, el samaritano ...
atravesó todas las
barreras culturales e históricas.
...
Con la referencia a
"barreras culturales e históricas", Bergoglio apunta una vez
más a reforzar
el concepto de "ciudadanía global", el cual no es un requisito
evangélico sino una propuesta ideológica y
política.
Tal como hemos dicho antes, la principal intención de
Jesús con la parábola no es la construcción de una
nueva sociedad "sin barreras culturales e históricas" sino
que es una crítica dirigida a las personas aparentemente
piadosas que no se dedican a la verdadera caridad. Pero la agenda de
Bergoglio no es la de Jesús.
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Comentario al Párrafo 85.
Para los cristianos,
las
palabras de Jesús
tienen también otra dimensión trascendente; ... En
realidad, ... quien cree
puede llegar a reconocer que Dios ama a
cada
ser humano con un amor infinito
y que «con ello le confiere una
dignidad infinita»[61]. ... Y
si vamos a la fuente última, que
es la vida íntima de Dios, nos
encontramos con una comunidad
de tres Personas, origen y modelo
perfecto de toda vida en común. ...
Muy, muy
desafortunada su comparación de la Santísima
Trinidad
como si fueran "tres individuos viviendo en sociedad" - una muestra
más de la falta de iluminación intelectual y espiritual
de Bergoglio. Una cita apropiada habría sido recordar el modelo
de la Sagrada Familia. Dividir a Dios como si fuera "una comunidad de
individuos" es atroz y no tiene sentido.
También muy
desafortunado (y blasfemo) afirmar que un ser humano puede tener "una
dignidad infinita" - solo Dios posee virtudes en grado infinito. Es una
desgracia que, en uno de los pocos párrafos - de entre toda la
Encíclica - en el que hace referencia al fundamento de la Fe
Cristiana - "Cristo derramó su sangre por todos" -, comete dos
errores teológicos tan graves.
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al párrafo
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Parte siguiente de esta serie:
NOTAS (por
The M+G+R Foundation)
(1) Fuente original y
oficial: Texto
de la Carta Encíclica "Fratelli Tutti" en Español en el
sitio del Vaticano
(2) Notas
sobre el formato:
* Nuestros resúmenes y
comentarios (The M+G+R Foundation)
son los destacados
en
letra itálica y color azul.
* Los títulos de sección son propios del original.
* Hemos destacado en negrita
las palabras clave relacionadas con "fraternidad", "hermanos", "padre",
"unión mundial", "globalismo", "economía", "cultura" y
similares, así como también otras palabras clave que
puedan servir de puntos de referencia para poder hacer un seguimiento
visual del texto.
* Y en color
rojo
las apariciones de las palabras "Dios", "Fe", "Jesús",
"Evangelio", "Biblia", "cristiano", "católico" y similares.
* Los números entre corchetes como [35] proceden del original y
se corresponden con citas que el lector puede encontrar al pie del
documento original del Vaticano.
Fecha oficial de
publicación de la Encíclica por el Vaticano: 3 de Octubre
de 2020
Publicación de esta
Reproducción Comentada de la Encíclica: 10 de Marzo
(Parte 1) y 22 de Junio de 2021 (resto de partes)
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